Nadinefobia
"Estupendo articulo de Levitsky. Aunque no era necesario citar a Rospigliosi ( bueno si lo era, como ejemplo de lo nocivo en nuestra sociedad) ya que sus opiniones no merecen mayor atención, en tanto que están hecho con un hígado frustrado,impotente y envenenado" .
Por Esteven Levitsky
La cantidad de artículos y columnas escritas sobre la influencia de Nadine Heredia en el gobierno es impresionante. Casi todos los días, alguien -Ulises Humala, Rosa Mavila, Fernando Rospigliosi, Carlos Bruce- nos advierte que Nadine ejerce demasiado poder; que la primera dama es una “consejera en la sombra,” y hasta “cogobierna”. Dentro del establishment limeño, Nadine se ha vuelto una obsesión.
Estas advertencias me parecen un poco histéricas, y un poco machistas. Todos los presidentes tienen consejeros privados. Muchos son influyentes, y no pocos son familiares (un ejemplo norteamericano es Bobby Kennedy, hombre de confianza de John F. Kennedy). La influencia del círculo íntimo se pone más evidente en los gobiernos de los “outsiders”. Mientras los políticos de partido suelen llegar a la presidencia con un equipo establecido y experimentado, los outsiders suelen llegar solos, y muchas veces, sus equipos iniciales -formados apresuradamente- duran poco. Sin partido, equipo o experiencia, los outsiders casi siempre se rodean de gente de extrema confianza, incluyendo familiares. En muchos casos (Carlos Menem, Lucio Gutiérrez, Alberto Fujimori), los hermanos se convierten en asesores influyentes.
La presidencia de Ollanta Humala no ha sido distinta. Humala era un novato político sin partido real, y su equipo inicial se deshizo rápidamente. Sin sostén político, y atacado duramente por el establishment limeño, Humala se rodeó de gente de confianza. No debe sorprender: hizo lo que hacen casi todos los outsiders. ¿Por qué llama la atención, entonces, la influencia de Nadine? ¿Por qué se comenta mucho más el papel de Nadine que el de Eduardo Menem o de Santiago Fujimori? ¿Será porque es mujer? Estamos acostumbrados a los asesores privados o familiares, si son hombres. Pero cuando se trata de la primera dama, choca con las normas dominantes.
La reacción ante Nadine Heredia se parece a la reacción de la sociedad norteamericana ante Hillary Clinton cuando su esposo, Bill, llegó a la presidencia en 1993. Antes de Hillary, las primeras damas norteamericanas no jugaban un papel activo en la política. Se limitaban a las campañas sociales como “No a la droga” (Nancy Reagan) o el alfabetismo (Barbara Bush). Para muchos norteamericanos, Barbara Bush fue la primera dama perfecta: una ama de casa que seguía fielmente a su esposo -con bajo perfil- en toda su carrera política. Hillary fue distinta. Una abogada prestigiosa, con experiencia y ambiciones políticas, dijo que si Bill fuera electo los norteamericanos tendrían “dos por el precio de uno” y que ella no iba a dedicarse a “hornear galletas.” Y así fue. Mientras las primeras damas tradicionalmente operaban desde el “Ala Este” de la Casa Blanca, lejos del Ala Oeste donde trabajaba el presidente, Hillary ocupó una oficina en el Ala Oeste y participó activamente en la toma de decisiones del gobierno. De hecho, lideró la reforma más importante de la presidencia de Clinton: la (fracasada) reforma del sistema de salud. Nadie dudó de su influencia en el gobierno. La respuesta pública fue dura. Se hablaba de “Billery” y los “co-presidentes”. El comentarista de radio Rush Limbaugh la llamó “Feminazi”. El congresista Newt Gingrich la llamó perra (bitch).
Cuando Bill Clinton dejó la presidencia, los gringos volvimos a tener una primera dama tradicional (Laura Bush), mientras Hillary pasó al Senado y casi a la presidencia. Pero Hillary representa el futuro. Gracias al avance lento pero continuo de la mujer, es cada vez más probable que la presidencia -si no está ocupada por una mujer- esté ocupado por un hombre casado con una mujer profesional y con aspiraciones políticas. Y va a haber cada vez más parejas que son “equipos políticos,” trabajando juntos para llegar al poder, como los Clinton y los Kirchner.
El cambio también se viene al Perú. Nadine no es una política experimentada como Hillary Clinton o Cristina Fernández, pero forma con su marido un equipo político, y aparentemente tiene aspiraciones políticas. Es la primera pareja de este tipo que llega a la presidencia en el Perú moderno. Pero no será, ni debe ser, la última.
Algunas de las críticas dirigidas hacia Nadine son muy conservadoras. Fernando Rospigliosi lamenta que “nunca, en la historia reciente del Perú, la esposa de un presidente se ha comportado de esa manera”. Prefiere a Violeta Correa, una mujer “de carácter”, que fue “un ejemplo de circunspección y compostura,” y a la que “nunca se vio intervenir en los gobiernos de Fernando Belaunde”, o a Pilar Nores, que “hacía trabajo social con una discreción encomiable”. Con todo respeto, prefiero el modelo de Hillary Clinton y de Nadine. La circunspección, la compostura y la discreción eran calidades ideales para mis abuelas. Pero pensando en mi hija, optaría por la capacidad, la inteligencia y la fortaleza.
No me preocupa mucho la influencia de Nadine en el gobierno.Mejor ella que el hermano del presidente y mejor ella que el consejero familiar que hubiera influido en el gobierno de Keiko (¡No hubiera sido Mark!). Tampoco tengo problemas si Nadine tiene ambiciones presidenciales en 2021. Pero intentar cambiar o esquivar la ley para que Nadine sea candidata en 2016 sería un error, con consecuencias muy negativas para las instituciones democráticas.
Como escribí hace seis meses (LR, 10/10/11), sería muy difícil que Nadine llegue a la presidencia en 2016. Primero, el gobierno tendría que mantener una imagen favorable hasta 2016. En los últimos 30 años, sólo un presidente peruano llegó al último año de su periodo con imagen favorable superior al 50%: Fujimori en 1995 (acabó con la hiperinflación y SL). Tal vez Humala pueda evitar el destino de Toledo y García y mantenerse por encima del 50%, pero gobernar el Perú es difícil, y la historia sugiere que es poco probable. Segundo, el gobierno tendría que cambiar la ley que prohíbe una candidatura de Nadine. Por el momento, el Congreso -donde las fuerzas más importantes tienen candidatos propios que no quieren competir con Nadine- no parece muy dispuesto. Tercero, si el gobierno logra cambiar la ley (a través del Congreso o la TC), tendría que pagar el costo político de su jugada. Manipular a las instituciones para que la esposa sea candidata no va a caer bien. El gobierno tendría todos los medios (desde Correo hasta La República) en su contra, y perdería el apoyo de los liberales -como Vargas Llosa- que ayudaron tanto en 2011.
Es posible, como escribe Rospigliosi, que el gobierno piense “perpetuarse en el poder usando el esquema Kirchner”. Pero los obstáculos -y los riesgos- son formidables. Hasta ahora, el esquema Kirchner se ha utilizado con éxito por una sola pareja: los Kirchner. Una jugada fracasada haría daño a la carrera política de Humala y de Nadine. Si Nadine realmente tiene ambiciones presidenciales, quizás le conviene esperar hasta el 2021.